Vergüenza: Un Saboteador Interno

Estos días que estamos viviendo nos están pidiendo que cambiemos nuestros antiguos paradigmas en muchos sentidos: en lo que se refiere a nuestra salud física y mental, a nuestros vínculos y a nuestro trabajo. Lo que es seguro es que tenemos que salir ahí fuera, al mundo, de una forma diferente, una a la que no estamos acostumbrados. Y esto, naturalmente, a muchos de nosotros nos produce cierta ansiedad porque hay muchas cosas que no nos atrevemos a hacer y, sin embargo, si queremos que nuestros nuevos proyectos salgan adelante, deberíamos… Si el saboteador interno de la vergüenza nos lo impide, proyectos e ideas muy bonitos se quedarán atrás, sin ver la luz y nuestra propia realización como seres humanos, podría verse inhibida.  

Esta vergüenza, en inteligencia emocional es referida como uno de los cuatro grandes saboteadores internos (veremos los demás en otros artículos y mini-clases de nuestro canal de YouTube). El saboteador interno es esa voz interior que aparece cuando estás empezando a salir de la zona de confort, a hacer cosas nuevas. Es el discurso interno de tus habituales creencias y patrones de comportamiento. Así que prepárate cuando estés decididx a ir a por algo diferente porque ahí estará hablándote, tratando de que cambies de opinión y vuelvas a lo antiguo, a lo que a tu mente le parece lo más seguro.

Es habitual que estos saboteadores internos se manifiesten en forma de frases del estilo: “mejor empiezo mañana”, “yo no soy capaz de hacer esto”, “qué van a pensar de mí”, “mejor ni lo intento, me va a salir mal” … etc.

Un Poco Más Acerca de la vergüenza

La vergüenza es una alteración del ánimo que se produce por una falta o fallo humillante o deshonroso, ya sea propio o ajeno. Se trata de un sentimiento que suele manifestarse físicamente por el rubor en las mejillas, dejando al descubierto a quien lo siente.

Pero cuando decimos que sentimos vergüenza, ¿a qué nos referimos exactamente? 

Si ante una acción puntual, sentimos comprometido nuestro valor como personas, estamos sintiendo lo que llamamos vergüenza. Es decir, se pone en marcha un mecanismo de identificación con el hecho en sí y sentimos que la “falta cometida” es lo que más nos identifica. En definitiva, no ocurre un error, sino que sentimos que somos el error.

Además, hemos de añadir que la vergüenza se activa especialmente en situaciones en que sucede algo que va en contra de la imagen que nos esforzamos por mostrar.

Como os decíamos en la introducción de este artículo, el sentimiento de la vergüenza también va acompañado de un cúmulo de pensamientos y sentimientos. Por ejemplo, en el caso de haberte caído en plena calle, con un montón de gente alrededor que se ha percatado de la situación, seguramente aparecerían pensamientos como:

  • «Eres un auténtico desastre».
  • “Vaya imagen de patosx que estás dando…”
  • “Menudx inútil”

Y otra voz más comprensiva que te dirá cosas parecidas a:

  • «Venga, ha sido un hecho desafortunado».
  • «Esto no significa que seas un(a) patosx».
  • “Vamos, esta caída no tiene nada que ver con ser inútil”

El primer conjunto de voces procede de lo que el Dr. Norberto Levy denomina avergonzador interno, y es el desencadenante de la vergüenza.

¿De Dónde Viene La Vergüenza?

Durante la infancia, lo más frecuente era que, cuando ocurría algo que experimentábamos como un fallo (un traspiés, una respuesta incorrecta, etc.), alguien externo a nosotros venía y difundía el fallo y, en ocasiones, hasta se burlaba y se reía de ello. Los compañeros del colegio, o con frecuencia los propios profesores o los padres, fueron los que se mofaron de nosotros, pensando que, de ese modo, no se iba a repetir dicho fallo.

Actualmente, se sabe que los procedimientos basados en la burla, lejos de ser efectivos para modificar actitudes y conductas, son contraproducentes para el desarrollo de las personas. Porque la vergüenza nos lleva a evitar y huir, en lugar de enfrentarnos a las situaciones.

¿Cómo Transformar al Avergonzador Interno?

Ahora que dispones de más información sobre la vergüenza, vamos a avanzar facilitándote una forma fácil y muy eficaz para que puedas transformar a ese avergonzador interno en un compañero de viaje amable que, en realidad, te ayude a pisar fuerte en el camino de tu vida.  

Y, ¿Cómo lograremos esto? Siguiendo estos 3 pasos:

  • El primer paso para superar la vergüenza consiste en identificar a nuestro avergonzador interno. Es muy importante localizar qué mensajes y expresiones nos hace llegar. Por ejemplo: «¡Qué ridículo más espantoso!, ¡cómo he podido hacer ese comentario tan absurdo!». Sólo podemos gestionar aquello de lo que somos conscientes, por lo tanto, esto nos ayudará a estar atentos y darnos cuenta de los momentos en los que aparece nuestro avergonzador.
  • El segundo paso es interiorizar que su función es informarnos de que nos hemos equivocado. Con frecuencia, a pesar de que las formas no sean adecuadas, su fin último es que aprendamos. No es nuestro enemigo.

Aunque es cierto que la principal dificultad en este segundo paso, para casi todos nosotros, es que, a menudo, nuestro avergonzador interno actúa como un profesor muy severo. Lo que necesita de nosotros es aprender a transformarse en un colaborador para el aprendizaje. Y ese será el tercer paso. 

  • Tercer paso. Aquí conviene tener en cuenta algo: la vergüenza procede de la no aceptación de nuestras ganas de sobresalir o protagonizar situaciones. Por ello, en este tercer y último paso, también te animamos a legitimar tu derecho de desear ser protagonista en algunos momentos. Esto es, asumir que uno mismo es merecedor del reconocimiento y la atención de los demás. 

Y, aclarado esto, ahora nos dispondremos a negociar con nuestro saboteador interno de la vergüenza. Si, negociar. Será un proceso a través del cual podrás conocer más a fondo a tu avergonzador, sus virtudes, lo que no te ayuda, lo que podéis cambiar entre los dos… Podrás hacerlo con la ayuda de un documento que hemos preparado para ti y al que puedes tener acceso haciendo clic aquí.

Si tras una primera negociación no llegamos a ningún acuerdo y no vemos ningún aspecto constructivo en las voces de nuestro avergonzador, es importante que demos el paso de distanciarnos mediante un proceso de desidentificación de esas voces. Para tomar distancia y desidentificarnos, resulta útil como recurso pensar «me ha ocurrido eso, pero no soy eso».

Negocia con tu avergonzador las veces que sea necesario, hasta que alcancéis un acuerdo.

Anímate a practicar este ejercicio, no te llevará mucho tiempo y, sin embargo, los beneficios que obtendrás se dejarán sentir en prácticamente todos los aspectos de tu vida.

Cuando se transforma al avergonzador interno, ya no nos inhibimos y podemos actuar y ser protagonistas de nuestra vida. Al concedernos el derecho de protagonizar, expresarnos libremente y disfrutar de cada cosa que hacemos, quedamos inmunizados contra la vergüenza inhibidora que tanto nos puede dañar.

Si aplicamos los pasos anteriores, podemos transformar el avergonzador interno, en un testigo comprensivo y cariñoso.

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